Skip to main content
Inaugurado 5 de agosto 2024

Cuenta la leyenda que fuera de las murallas de Valencia, en las riberas del río, habitaba el peligro y la pesadilla de la ciudad: una bestia a la que dieron el nombre de dragón. Enviado por Dios para castigar a pecadores y bandidos, este reptil devoraba entre sus fauces a una persona cada día.

La historia la relató el célebre escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez en el diario Pueblo el 6 de enero de 1901. Según su relato, las puertas de la ciudad se cerraban todos los días para proteger a los valencianos de las terribles dentelladas del animal. Se ofrecieron premios y recompensas para quien consiguiera abatirlo, pero todos los que lo intentaron terminaron devorados por el dragón.

Deprimida, la ciudad terminó por claudicar y aceptar que entre los suyos no quedaban valientes. Se resignaron a la idea de que solo la muerte natural de la bestia les libraría de su amenaza. Sin embargo, la esperanza renació cuando los tribunales de la ciudad sentenciaron a muerte a un hombre desconocido, un judío misterioso que había recorrido el mundo y hablaba lenguas remotas.

Sentenciado a morir ahorcado, el forastero pidió gracia y clemencia y se ofreció a matar al dragón a cambio de que le perdonaran la vida. La ciudad, aunque escéptica, aceptó ese trueque. El condenado pidió una semana para preparar el combate y se encerró en una casa con una buena chimenea, solicitando un cargamento de vasos rotos y viejas botellas.

El prisionero salió de casa en el día señalado, armado de lanza y cubierto de ropajes, listo para enfrentarse al monstruo. Al llegar junto al dragón, el reo arrojó sus vestiduras, revelando una armadura de espejos que lanzaba destellos de sol. La bestia, atemorizada por la figura deslumbrante, retrocedió. En un instante de defensa, el condenado ensartó la lanza entre las fauces del dragón, salvando a Valencia.

El vencedor fue absuelto y desapareció en la historia tal como había llegado, envuelto en el más extraño misterio. Los restos de la bestia se encuentran en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi o del Patriarca, levantado a instancias del patriarca San Juan de Ribera, a finales del siglo XVI.

En una de las paredes del Real Colegio cuelga el cocodrilo de río, símbolo de terror y de silencio. Los niños de Valencia han escuchado alguna vez la amenaza ancestral “si parleu, a la panxa vindreu”, que las madres repiten para pedir que los pequeños estén bien callados durante las celebraciones y los ritos.

Existe otra versión que asegura que el caimán que guarda la solemnidad de la capilla fue en realidad un regalo del Virrey del Perú al Patriarca. Envió dos ejemplares, que el Patriarca crió en sus jardines hasta que murieron. Al que está colgado le puso el nombre de Lepanto, en recuerdo de la batalla. El segundo, una hembra, desapareció durante la Guerra Civil.

Nuestra hospitalidad está animada por la esencia de Valencia, una ciudad abierta al mundo a través del mar, y heredera de un pasado legendario.

El recuerdo del dragón preside nuestra casa, ¿ya lo has conocido?

Reserva tu Estancia en el Paraíso…

Reservar